Hoy he estado dando un paseo por mi baúl de los recuerdos y he decidido sacar ciertas cosillas que tengo guardadas cogiendo polvo. Algunas son bastante curiosas, como esta que ahora cuento. La escribí hace mucho tiempo para la revista El Espolón y se llama...
EL GATO VOLADOR
EL GATO VOLADOR
Este es el nombre de
una canción, que por cierto no me gusta nada, pero los gatos sí me gustan, y
aunque os parezca mentira, existen los gatos con alas. Y por lo vistosu
existencia está bien documentada. Yo he tenido unos cuantos a lo largo de mi
vida pues es el animal que más me gusta, ahora mismo tengo dos, y uno de
ellos, que es un pesado, lo tengo encaramado en mi hombro y ronroneándome al
oído mientras os escribo esto.
He tenido gatos romanos, negros, siameses,
blancos, pero nunca he tenido un gato con alas, y la verdad es que me
encantaría.
En noviembre de
1899, Strand Magazine publicó la fotografía de un gato con apariencia normal
procedente de Wiveliscombe, en Somerset, Inglaterra, con un par de alas
cubiertas de piel.
También
hubo un gato blanco y negro que tenía unas alas que medían 60 cm. y se dio a
conocer en junio de 1949, otro que se exhibió durante un tiempo en el
zoológico de Oxford en 1933, otro gato alado vivía en una granja en Anglesey,
Gales, en 1986 y que mudó las alas.
Y como sé que
vais a pensar que me volví tarumba, os explico, pues todo tiene su
explicación.
A
principios de los años noventa del siglo veinte, el doctor Shuker explicó que
estos gatos tienen una enfermedad de la piel, muy rara y poco conocida
llamada astenia cutánea felina, que hace que la piel del lomo
se dilate con forma de ala. Estas alas son muy frágiles, llegan a caerse sin
ni siquiera sangrar, lo que da la sensación de que las mudan.
Ya
os he dicho que mi gato no tiene alas, pero de vez en cuando me gustaría que
se diera un vuelecillo por ahí y me dejara tranquila trabajar. No sabéis lo
difícil que es escribir con un gato pegado a tu oreja.
Un besito
a todos.
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