DIRECTO AL CORAZÓN SIN ESTACIONES INTERMEDIAS

Espero que este blog sea como un paréntesis del ajetreo en que se ha convertido nuestra vida. Que el buen humor, y la poesía nos acompañen.






Dijo alguien que para andar mil kilómetros sólo hay que decidirsa a dar el primer paso. Espero que tú y yo hagámos muchos kilómetros juntos.








miércoles, 1 de mayo de 2013


CAPÍTULO I



ALBE



Daniel era un niño como otros tantos de su edad. Vivía en una aldea muy cerca de un río, donde nadaban hermosas truchas que siempre habían llevado a su padre por la calle de la amargura, pues muy rara vez había logrado pescar alguna. A sus catorce años ya tenía un toque de seriedad y madurez en su joven cara, moreno y con unos enormes ojos negros en los que podías hundirte si te asomabas a ellos.

Le gustaba estar con sus amigos y juntos hacer mil y una travesuras, pero también le gustaba la soledad.

Más de una vez se escabullía de su pandilla para sentarse a la orilla del río a tocar su armónica y soñar.



Aquel día estaba un poco raro y no sabía por qué. Sus amigos se habían reído de sus piernas larguiruchas y tiesas como palos, pero eso no le importaba. Muchas veces, él también hacía bromas de sus piernas, así que no era que estuviera enfadado por esa tontería.

Hoy tenía una sensación extraña en la boca del estómago, ese vacío que sentía cada vez
que iba a pasar algo importante. Su madre había dicho que aquello se llamaba intuición. La verdad era que no se había acostumbrado y todavía esa sensación le asustaba un poco. De todos modos, cuando eso le pasaba, siempre estaba a la expectativa.
Se tumbó en la hierba, y soñador, se puso a mirar al cielo. Las nubes se arremolinab presagiando tormenta; eso hizo que se levantara y se pusiera en camino hacia su casa.

Vivía en una bonita casa en el claro del bosque. Sus padres habían montado una pequeña granja que no iba nada mal y con ella se ganaban el sustento.

Mientras caminaba, iba recordando como le contaba su padre que antes vivían en la ciudad, pero poco antes de nacer él, pensaron en trasladarse al campo porque querían que su hijo se criara en plena naturaleza. Siempre había aplaudido esa idea de sus padres; a él le encantaba la naturaleza y los animales, y estaba seguro de que se ahogaría entre los humos y las prisas de la gran ciudad.

Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta de que había una rama que sobresalía del suelo y cayó de bruces al tropezar con ella. Cuando fue a levantarse vio algo extraño. En un hueco de la raíz del árbol, y semienterrado por las hojas caídas, había algo; parecía una caja. Con curiosidad empezó a escarbar hasta sacar un extraño paquete a la luz. Era un cofre, y por sus trazas parecía muy antiguo.

Por allí pasaba mucha gente, así que le pareció muy extraño que nadie se hubiera fijado antes en aquello.

Echó a volar su imaginación. Pensó que nadie había visto antes el cofre porque estaba allí puesto exclusivamente para él.

Sonrió sacudiendo la cabeza. Cualquier día su gran imaginación le iba a jugar una mala pasada.

No estaba muy lejos de la realidad. Aquel cofre era sólo y exclusivamente para él.

Lo tomó en sus manos y se sentó un poco excitado bajo el árbol. No podía quitarle la vista de encima pero tenía miedo de abrirlo y no sabía por qué.

Finalmente se decidió a abrirlo y un poco decepcionado vio lo que contenía.

Había esperado encontrar un pequeño tesoro, pero no fue así. Allí sólo había una llave, un libro y una pluma.. Abrió el libro y se sorprendió aun más cuando vio que sus páginas estaban en blanco. Decepcionado fue a guardarlo cuando se dio cuenta de que dentro había algo más. Era un sobre, y lo más extraño era que iba dirigido a él. Lo abrió y sacó una carta y un mapa.

Su imaginación era desbordante, pero esto iba más allá de lo que podía imaginar.

Aun no sabía la sorpresa que le esperaba.

Se apoyó en el árbol y comenzó a leer la carta...



Daniel:

Sé la ilusión que tienes de hacer algo en la vida que se salga de lo corriente. También sé que cuando hayas visto lo que contiene el cofre te habrás llevado una desilusión. ¿Creías que era un tesoro? Pues bien, así es. Nunca te fíes de las apariencias de las cosas. Deja que tus ojos vean más allá de la superficie y te llevarás muy agradables sorpresas.

Sé que te gustan los animales, y por eso quiero hacerte un regalo.

No decidas nada hasta no haber leído entera mi nota, pues hay ciertas condiciones y tendrás que cumplirlas a rajatabla.

Esa llave que ves es de una pequeña cabaña que hay dentro del bosque. En el mapa tienes todas las indicaciones para llegar a ella. Pero recuerda que nadie debe saber su existencia, ha de ser un secreto. Cuando llegues, encontrarás una nota mía; léela con mucha atención y no dudes de nada de lo que leas aunque te parezca extraño. Ya te he dicho que las apariencias engañan.

RECUERDA, NO DIGAS NADA A NADIE DE ESTO.

Tu amigo ALBE

Daniel no podía creer lo que estaba leyendo, pero todo estaba ante sus ojos y no era un sueño.

Miró fijamente el mapa, pero ya era tarde y se venía encima una tormenta. No quiso aventurarse a buscar la cabaña. Sus amigos siempre decían que era demasiado prudente. Más de un majadero le había tachado de cobardica, pero, como decía su padre, “mas vale prevenir que curar”

Dio gracias a Dios por habérsele ocurrido llevar ese día la mochila, así podría meter en ella el cofre y sus padres no lo verían al entrar en casa. Como por lo visto debía ser secreto, secreto sería.

Mucho antes de llegar a su casa ya percibía el olorcillo de lo que su madre estaba cocinando para la cena. No se había dado cuenta antes, pero todo esto le había abierto el apetito. Sus tripas hacían una musiquilla un pelín sospechosa.

Al entrar en casa, lo primero que escuchó fueron las palabras que había estado escuchando noche tras noche a esa misma hora. “Hola, cariño. Dame un beso y lávate las manos”.

Siempre le habían sonado estas palabras como algo monótono, pero hoy parecía que las oía por primera vez.

¡Era extraño! ¿Sería verdad lo que decía la nota de que había que ver más allá de las apariencias? ¡Pero no decía nada de oír!

Parpadeo un poco y se llevó el dedo a la sien.

- ¡Estoy chiflado!

- ¿Te pasa algo? -dijo su madre mirándolo extrañada.

- No pasa nada mamá. Subo a mi habitación, me lavo las manos y bajo a cenar. Por cierto, ¿qué hay para cenar?

- Patatas al horno y pastel de carne, que sé que a ti te gusta.

- ¡Chachi, mamá! Enseguida bajo.

- Y dándole un beso, subió los escalones de dos en dos.

La madre lo miró extrañada; no estaba acostumbrada a que fuera tan efusivo.

- Cosas de chicos - pensó.








Estoy tan liada que tengo abandonado mi blog, pero eso va a cambiar. Esta es la ocasión perfecta para ello puesto que pasado mañana presento mi segundo libro "El libro blanco".
Hace tiempo que lo escribí, fué un regalo de cumpleaños para mi hijo Daniel, en esa época que todos pasamos que nos creemos dueños de la verdas, esa fase de la vida en la que es más dificil la comunicación entre padres e hijos, que por algo se llama la adolescencia.
La historia es la de Daniel, un chico que va a complir los quince años y que tiene un don que le coge de sorpresa.
Unos días antes de su cumpleaños, la vida, le tiene preparada una bonita sorpresa que le viene de la mano de unos, muy especiales personajes que le hacen ver las cosas importantes de la misma.
Es una fábula para grandes y peques.
Doy las gracias a la editorial Seleer por confiar en mi libro y hacer realidad mi ilusión.